En Colombia el arroz chino ha alcanzado su alto costo más importante en la historia, al menos en una nación donde se tasó a Luis Fernando Díaz en dos cajas. Con la que hoy es fija para la mayor parte del ser humano al ceder que con los catorce goles completados en Liga de Campeones, y ampliando para un jugador que comenzaron a pretender disminuirlo pensando que era igual a los que actúan dentro de lo normal. Pero el caballero guajiro comprendió que cada burla estaba lista.
Para ser cobrada como factura, las dudas con cheques cancelados, y cada pronóstico en una lección para quienes quisieron dividirlo. Porque hay futbolistas que argumentan, pero él replica, con diagonales de sentencia, aunque después lo concluyeron como carro loco, aunque olvidaron que en cada pueblo de Colombia los automóviles antiguos son los que más aguantan. Los que trepan, rugen, se sacuden y llegan primero, aunque nadie lo imagine como uno de los afortunados elegidos.
Concluyendo que solo le hacía goles a equipos pequeños, en una liga de granjeros. Hasta que hace pocos días vacunó con doblete al París Saint Germain de Francia como actual campeón de Europa durante treinta minutos, como quien firma un poema de bronca fina en contra de la soberbia ajena con la confianza de Bayern Múnich de Alemania como extremo al contratarlo, pero adquirió una declaración de principios. Porque Díaz juega y reclama campos en cada control con el balón.
Que es una biografía condensada, en los regates sentencia su procedencia, y cada disparo es un recordatoria de que la disciplina también es una forma de rebeldía elegante. Luis Fernando no pide permiso, entra, ocupa, ilumina, y deja cada estadio en el que juega confiado con su nombre constatado por los aficionados, aunque no lo hubieran practicado y Liverpool pensó que podía vivir sin él. Convencido de que se libraría de un problema, cuando en realidad soltó a su mejor expositor.

No tiene comentarios