El exitoso escritor uruguayo Eduardo Galeano decía que los arqueros siempre están solos. Y es una gran realidad, porque ese abrigo que a veces no es tan deseado de la soledad es capaza de devorarse al hombre que es culpable de ser un especialista porque nadie más en el campo de juego puede hacer las cosas que le exigen en su lugar. Un lateral se puede disfrazar como puntero, y un central de cañonero.
Un volante de marca es capaz de concretar goles, y un atacante ubicado en el primer palo de un tiro de esquina en contra puede evitarlos. Pero lo que nadie está en capacidad de igualar con la misma precisión es la posición del único protagonista en el fútbol que puede utilizar las manos, y el pensamiento se volcó hacia Millonarios en otras épocas con Alberto Vivalda.Arquero argentino que hizo historia en Colombia.
Fue un futbolista icónico con capacidad excelsa para atajar, un saque fuerte y preciso e incisivo para dejar a sus compañeros en disposición de atacar contragolpeando. Ó con sus acrobacias que en algunas ocasiones le costaron goles, en partidos importantes tanto en liga como a nivel continental como aquella noche en la que Cerro Porteño de Paraguay ganó con una gran actuación de Daniel Raschle.
Sin temor a equivocarse y empatando al concretar acciones. En aquel entonces, Vivalda como experto en esa clase de jugadas lo ajustó con una fuerte entrada que lo dejó enredado en las mallas de uno de los arcos, como el pescador que deposita en la atarraya a su carnada que le arrancó una masa.
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